domingo, 29 de septiembre de 2013

Versibus fugit.

Acuna el purpúreo ocaso
las frías noches del otoño:
abrazo lechoso de un claro de luna,
espejo oscuro, reflejar del día,
ambiguo arrullo de tu bella letanía.

Maravilla renacida de las sombras,
eres para mí fugaz deseo,
sueño volátil, delicioso,
inspiración perpetua a la conciencia asida,
la frugal visión de tu caducifolia vida.

Gozo inefable, cubres mis ojos de llovizna
para sentir más lento tu reclamo,
para ver de nuevo sus pupilas yertas;
para que en el claroscuro de las ramas
se me figure la curva de su ignífuga sonrisa.

Septiembre eviterno,
eres la esencia dorada y ocre
escanciada entre los valles,
eres un efímero recuerdo
de las tardes sin nombre
y los paseos sin rumbo,
pasos valientes sin sur y sin norte.

Me invita tu ser
a degustar auroras más descafeinadas,
a tocar violines mejor afinados,
a compartir pensamientos desmesurados,
a esclarecer las ideas por el tiempo ahumadas.
Rendirme en tu bohemia vida ansío,
perderme para siempre en el compás de tu rapsodia,
vencer mi alma en tu reposo sosegado
antes de que el frío desmenuce mis sentidos.

Eres primavera anticipada,
aire puro entre hojas cobrizas,
ondas de viento en armonía,
libertas, batir de alas,
comunión de estrellas en un mismo firmamento,
cárdeno sentir de mis latidos en el pecho,
inspiración curiosa, clandestino verso,
cantar de almas perdidas, presagio sempiterno.

Despiértame cuando, rumiando las sombras,
devorando los minutos, consumiendo los segundos,
en la espesura del invierno se confunda el día.
Permanece solo, candente, latente,
en corazones solitarios henchidos de poesía.

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