En este pecado presente recupero las noches de descubrimiento perdidas entre los sentidos, recuerdo el aire que nos embriaga su sabor a miel, con los besos de otros labios buscando la fricción de tu piel, con los ojos cerrados para no abrirlos y no ser tú. Un día conocí unos labios que se confundían con los tuyos, labios ajenos que no conocían mi agonía. Por un momento su silueta bailó como lo harías tú, suave y bella, odiando más si acabe hacerle el amor a no más que una sombra de lo que fuimos.
El vaivén de la humedad temblaba y tiritaba bajo el Monte de Venus, camino que recorrimos entre espinas, donde un día tus pétalos curaban de pesares mis heridas. Un gemido en la garganta y una desconocida mirada ponían fín a un arrebato más, uno más en el sordo hábito de no olvidarte, ignorando las manos que buscan cruzarse y enredarse de extremo a extremo.
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